Por: PhD (c) Joao De Souza Pacheco

El mango principalmente se cultiva en las áreas tropicales y subtropicales. La fruta del mango es baja en calorías y muy rica en ácidos, vitamina C, vitamina B5 y vitamina A, lo que la convierte en una fruta antioxidante, proporcionando al organismo un poder defensivo frente a la degradación celular. En Perú, el mango se cultiva en 22 de los 24 departamentos del Perú con un área aproximada de 30,817 hectáreas, siendo los departamentos de Piura (66,7%) y Lambayeque (14,6%) son los departamentos de mayor producción de este cultivo.

 

La principal enfermedad que infecta mango es la antracnosis, la cual limita la producción de fruta tanto en las etapas anteriores como posterior a la cosecha. La incidencia y gravedad de la enfermedad son más altas donde prevalezca una alta humedad durante la temporada de cultivo. La antracnosis es ocasionada por al menos cinco especies fúngicas del género Colletotrichum; siendo el más conocido C. gloeosporioides (Penz) Penz & Sacc. cuya fase perfecta es Glomerella cingulata. Los síntomas más importantes son los ocasionados en las frutas maduras, las que desarrollan manchas de descomposición hundidas, prominentes, de color marrón oscuro a negro después de la cosecha. Estas manchas en fruta generalmente se fusionan y finalmente penetran profundamente en la fruta, lo que resulta en una pudrición extensa de la fruta. En estado temprano de infección, las frutas pueden caer de los árboles prematuramente. Sin embargo, generalmente, las infecciones permanecen quiescentes en frutos verdes hasta que llegan a la maduración. Los primeros síntomas en las panículas son pequeñas manchas negras o de color marrón oscuro, que luego se agrandan, se fusionan y destruyen las flores antes de que fructifiquen y producen una pérdida significativa de rendimiento. Además, también pueden observarse síntomas en los tallos y las ramitas, las que desarrollan las típicas lesiones negras en expansión que se encuentran en las hojas, flores y frutos. Por otra parte, en las hojas, las lesiones comienzan como pequeñas manchas angulares de color marrón oscuro que pueden expandirse para formar áreas muertas generalizadas. La necrosis se manifiesta a lo largo o entre las nervaduras de las hojas en los márgenes de las hojas y en las puntas principalmente y las lesiones pueden desaparecer de las hojas durante el tiempo seco. De todos estos, el tizón de la flor y del pedúnculo es la fase más destructiva de esta enfermedad, ya que afecta el cuajado y, en última instancia, el rendimiento. La principal fuente de infección son las hojas muertas enredadas en la copa de los árboles, las terminales de las ramas defoliadas, las panículas momificadas, los frutos y las brácteas. El clima que les favorece varía de cálido, fresco a húmedo; pudiendo ser diseminado por la lluvia, la estructura de reproducción es transportado por el viento o al entrar en contacto con los insectos, otros animales y herramientas. Las presencia de agua es necesaria ya que es requisito para que las conidias puedan germinar.

 

 

 

Las conidias de C. gloeosporioides son rectas, cilíndricas u ovaladas, hialinas de 8-20 x 5-7 µm y el tamaño varía de 11 a 16 x 4-6 µm. Las hifas son hialinas, septadas, llenas de glóbulos oleosos y tanto inter como intracelulares. Este hongo fitopatógeno genera acérvulos, los cuales son cuerpos fructíferos asexuales, subepidérmico y en forma de plato, en donde se producen los conidióforos cortos y las conidias. Estos acérvulos son de tamaño muy variable y al madurar exudan masas rosadas de conidios en condiciones de humedad.

Ciertos procedimientos de control cultural son necesarios para disminuir el inóculo del hongo, como: podas de limpieza, eliminación de ramas y ramillas secas, así como recoger y enterrar frutos caídos al suelo. Por otra parte, es muy usado el control químico, siendo los más efectivos reportados el metil tiofanato y la azoxistrobina.

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